Numerosos estudios científicos han demostrado que el ejercicio físico mejora la salud y el bienestar de las personas. Hacer deporte a nivel recreacional no sólo contribuye a desarrollar y conservar en buen estado huesos, músculos y articulaciones sino que también estimula el metabolismo y el sistema inmunológico, retrasa el envejecimiento, mejora el aspecto físico, regula la tensión arterial y los índices de glucosa y grasas en la sangre, genera una sensación de placer debido a que provoca una liberación de endorfinas por parte del SNC, reduce la ansiedad y el estrés, mejora la calidad del sueño y ayuda a prevenir numerosas enfermedades.
En definitiva, la actividad física beneficia a cuerpo y mente y aumenta nuestra calidad de vida. Pero, ¿qué ocurre cuando se padece una enfermedad crónica, como asma o diabetes? ¿Es compatible con la práctica deportiva? ¿Hacer ejercicio beneficia o perjudica al paciente? ¿Qué deportes son aconsejables y cuáles no? Y si el afectado es un deportista de élite, ¿puede medicarse sin riesgo de ser sancionado por dopaje?
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